Marzo. Tres.
Un mes que empieza
con simbología insólita.
Necesito hablarte
de las demoras sufridas
en muchos andenes
y de los horizontes que se aproximaron
con tu nombre en la cima.
De sobra sé que hay cosas de ti que jamás sabré,
pero mientras caminaré
por tu piel caligrafiada milímetro a milímetro
para colocarte al filo de mi carne
enmarañada de poesías.
En cada uno de mis relojes ya son las doce.
Mientras las campanas tañen a medianoche
el Drácula vegetariano que me habita,
con camiseta de Zeppelin, con copa de Rioja
y uñas de óleo
hinca los dientes en el borde de tu inmensidad.
Porque es evidente que hay cosas de mí
que tarde o temprano irás sabiendo,
no trenzo aullidos, tan sólo pretendo
concebir este escrito para susurrarte
que necesito deshilachar alguna nube,
una hoja en blanco,
lienzos a mansalva,
discos rayados, memorias escondidas,
los jeans, la alfombra, mis camisas,
cualquier cosa que rechine al destruirse,
que chille, brame, solloce, suspire.
Necesito despedazar recónditos pretéritos.
Dan las doce en punto en la dentadura
con la que hiero al tiempo.
Porque sé que hay cosas de ti que jamás sabré.
Porque hay cosas de mí
que tarde o temprano irás sabiendo.
Canet
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