Me largo hacia el lugar de las áridas
explanadas de mi corazón ,
donde hay un jardín con olor a lavanda
y silencios que se alzan como madreselva.
Allí residen mis arcángeles y los diablos
que caminan mis páramos
y,
escondido en el dorso de la luna,
un niño que conversa con los pájaros.
Estaré disfrazado de hombre invisible,
sin estructura o gravitación, como el azul celeste,
quimérico, cuan eje del confín,
entretejiendo posibles cuerdas
con esta fiel aversión y esta rutina
de no esperar nada de nadie.
Canet.
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