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miércoles, 21 de octubre de 2015

Discúlpame.

Señor todopoderoso, Creador o ser superior 
ten clemencia de los desgraciados ignorantes 
que desconocemos las bases de la gramática 
y atontados en armonías facilonas 
olvidamos la tabla de multiplicar. 

Vamos avanzando como podemos
-con más pena que gloria-,
aprendiendo las cosas trágicamente
por este planeta que tú construiste
en tan sólo una semana.

Lo confieso
soy un gran ignaro, bien lo sé.
Jamás pude comprender para qué pueden
servir muchas desgracias que toleras y quizá autorizas.
Respetuosamente quisiera preguntarte,
interrogantes minúsculos como esquirlas
de cristal
sobre las lobas que aúllan obstinadamente
y por la falta de clase de muchos,
pero después aparecen unos señores
cargados de libros
y amasijos grises repletos de erudición,
con datos precisos, fechas exactas,
espantosamente indiscutibles, irrespirables.
Pero ninguno de ellos sabe nada de ramajes,
de las aves de invierno,
de las hojas que tiritan en el asfalto y
que siempre estuvieron sobre mi tejado.

Discúlpame dios, tanta gilipollez
y ten clemencia de nosotros, de los ignorantes
que caminamos por la senda del azar
con ojos inflamados
en la cálida embriaguez de los versos.

Canet

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