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martes, 7 de junio de 2016

La libreta con cerradura.

Los profesores determinaron que podía realizar dos cursos en uno, así que hice 1º y 2º en tan sólo un año.
Mi abuela, para festejarlo, me regaló una libreta con cerradura.
Di las gracias porque no llevara un dibujito infantil,
di las gracias por que tenía una sola llave.
De inmediato traduje "Confidentiel" por "Conferencias”. 
Aquella segunda semana de septiembre subí a la azotea de Sergio el “gordo” buscando un aislamiento, eso creo.
La azotea no tenía paredes, tan solo una endeble barandilla.
A los poetas nos agrada el peligro, pensé.
No llegué a escribir ni una sola palabra. Caerse de la bici o pintarle las muñecas a mi hermana no daba para una sola línea.
¿Qué sentido tenía inventar en una libreta con cerradura?
Al cabo de unos días, mientras merendaba, mi abuela me contó una pesadilla y me preguntó si yo soñaba.
Vi todo el firmamento rendido a mis pies.
Al día siguiente en la azotea de Sergio escribí mi primer poema.
Desde entonces no he dejado de soñar.
Canet.

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