Gime una nota, tañe la campana, repiquetea la lluvia;
una palabra, un aullido, un siseo.
¿Cuánto tiempo ha pasado desde el último silencio?
No me refiero al silencio de una sala de espera, ni al silencio que a veces nace tras una discusión tensa,
tampoco al silencio anecdótico en un entierro, no.
Me refiero al silencio incondicional, a un silencio inestimable, todopoderoso.
Nadie jamás, ni siquiera Bach supo explicarlo, nadie lo escuchó y regresó para describirlo.
Allá donde voy, escucho mi pulso.
Oigo la sangre hervir, el estómago refunfuñar, palabras en mi cabeza.
Llegué al mundo desgañitando y me marcharé del mismo modo,
pero los ilusorios silencios intermedios son los que más me ensordecen.
Hasta en el folio en blanco escucho una voz que susurra.
una palabra, un aullido, un siseo.
¿Cuánto tiempo ha pasado desde el último silencio?
No me refiero al silencio de una sala de espera, ni al silencio que a veces nace tras una discusión tensa,
tampoco al silencio anecdótico en un entierro, no.
Me refiero al silencio incondicional, a un silencio inestimable, todopoderoso.
Nadie jamás, ni siquiera Bach supo explicarlo, nadie lo escuchó y regresó para describirlo.
Allá donde voy, escucho mi pulso.
Oigo la sangre hervir, el estómago refunfuñar, palabras en mi cabeza.
Llegué al mundo desgañitando y me marcharé del mismo modo,
pero los ilusorios silencios intermedios son los que más me ensordecen.
Hasta en el folio en blanco escucho una voz que susurra.
Canet.