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jueves, 7 de enero de 2016

Apuntes desde la cuadragésimo séptima planta 11

1.Te extingues
y a tu lado continua la trayectoria de los días

No estarás –cavilas-
pero será 
como la ausencia de un pájaro en una bandada
o tan imperceptible 
como una grano de arena en el desierto.

Y no te mueres de pena, o de amor ,o de hambre.

Te extingues sencillamente
en la ecuación de haber venido al mundo
confirmando su fin. 

Y no hay más. 


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2.Muero 
con la boca roja sangre,
gabardina negra de velatorio en invierno,
y nunca como los niños
de rostro rosado. 

Muero 
tocando el barro ardiente
que aún continúa  latiendo. 
No como las faldas de colegio
ni el jolgorio que permanece
en los columpios al anochecer. 

Muero como los letreros indicativos:
Buena indumentaria en el trabajo. 
Silencio en el comedor
Y no pedalear por la acera.

Muero insomne,
la jornada se inunda
y en la moqueta hay un charco 
de lágrimas. 
Muero.
ave de ciudad,
lluvia trepidante,
herrumbre de otoño. 
Vuestra muerte me grita:
y no sé cómo se deja de escribir.

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3.Tal vez esto sea lo que llaman miedo y
no los desafiantes
fantasmas de la reflexión y la moralidad,
y no las largas jornadas de oficina
con humanos deshumanizados día y noche y 
ni siquiera el escalofrío del dolor pasado
que se aloja en la piel si logras recordar.

El miedo es juicioso y pacífico,
aparece cuando te asomas a la ventana
y entiendes que todo cuanto contemplas
es exactamente igual a lo que viste ayer
e idéntico a lo que verás mañana. 


Canet

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