Un hombre cualquiera
ignora qué hacer con un aguacero.
No comprende el aleteo de una mariposa,
por qué gorjean armónicamente los ruiseñores,
qué esconde un cuervo en su nido.
Un hombre cualquiera
se alarma ante un caracol que
sobre la hierba rociada,
tibio empieza a bostezar.
Ante el susurro deslumbrante de un río,
ante un aluvión de astros,
ante tus ojos o una mano amiga,
mueve desorientado su cabeza.
Un hombre cualquiera
no presta atención a los diminutos detalles
ni escucha el ritmo de las pulsaciones.
Ignora como buscar en silencio la hermosura
que late dichosamente tumbada
bajo el sol, la brisa y la felicidad.
Un hombre cualquiera todavía busca en su cartera
con qué tipo de divisa puede comprar algo de vida.
Canet
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