Cuando permitimos que el silencio
se deslice sobre nosotros
nada atesoramos.
Es nuestro este día
abierto al cierzo
y a la luz del ocaso.
No nos incomoda
continuar sentados en la orilla del precipicio
esperando a que otro día aparezca,
con su progreso calmo,
para encontrarnos.
Ya os lo he dicho mil veces,
nada poseemos.
Ni urgencias,
ni tranquilidad,
ni siquiera evocaciones.
Tan solo somos forasteros,
el recuerdo de hoy
o estas pocas líneas.
Canet
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