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lunes, 23 de mayo de 2016

Lugares.


Terrazas, plazas, esquinas, parques. 

Lugares. 
Infinitos empequeñecidos. 
La silla frente al caballete. 
La estantería de Saramago y Marai. 
Los cines cerrados. 
Cada lugar con su recuerdo, 
la narración de una anécdota, 
el relato de un beso, de una caricia. 
Los sitios sencillos y modestos, casi sin historia, sin fama. 
Son los que se prefieren para estar, para hablar, para enamorarse. 
Se empapan de una leyenda, 
una mención y brindan su reconocimiento, 
su no pedir moneda de cambio, su hacer sentir bien. 
Los lugares diminutos, 
donde el tiempo no se para. Tampoco nos observa. 
Los nuestros, 
los inmortales. 

Canet.

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