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miércoles, 25 de mayo de 2016

El reloj.

Mi compañero Oscar en sexto de egb me robó el reloj que me regalaron, el único reloj que he tenido en mi vida.
La primera vez que se lo mostré descubrí la avaricia reflejada en sus ojos.
-Un reloj autentico de acero, dijo.
El suyo tenía un aspecto sucio y era de plástico. Se lo dejé en muchas ocasiones, se lo hubiese dejado toda una vida tan sólo por ver de nuevo esa avaricia brillando en sus ojos.
Pasó el curso y no me di cuenta de que me lo había quitado hasta que me lo enseño luciendo en su muñeca.
-Mi reloj es una mierda, no cierra bien, dijo.
Inmediatamente reconocí mi reloj. Con la correa plateada y la esfera verde Esmeralda. Le encajé el remache y le ajusté bien la pulsera.
Después tan solo le dije que lo conservara bien porque era un gran reloj. Una vez reparado se lo entregué. La avaricia de su rostro se tornó en confusión.
El reloj me lo regalaron mis padres. Jamás les conté que me lo habían quitado. En ocasiones me da por pensar en ese capítulo y en mi reacción irracional. En por qué no le dije a Oscar que me diera mi reloj. Nunca tuve coraje o agallas para pelear, ni con diez años ni con casi cuarenta – al menos eso creo-. Aunque me quitaran la vida, encajaría el remache, me ajustaría y guardaría silencio como hice entonces.
Canet.

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