Una poesía es un maletín de óleos.
La mano que la plasma, un pincel;
y los ojos del poeta, una vasija de diluyente.
Las palabras son colores,
cada una de ellas de una tonalidad distinta.
Y cuando los ojos se posan sobre ellas
y una boca las pronuncia susurrando,
pintan el presente de quien las interpreta.
Las poesías jaspean el gris de las mañanas.
Las colman de ardor.
De verdes recién brotados,
de azafranados cuyos chispazos arroja la tarde desde las ventanas,
de añiles que reposan sobre los hombros.
Color que salpica los días dándole sentido a todo.
La mano que la plasma, un pincel;
y los ojos del poeta, una vasija de diluyente.
Las palabras son colores,
cada una de ellas de una tonalidad distinta.
Y cuando los ojos se posan sobre ellas
y una boca las pronuncia susurrando,
pintan el presente de quien las interpreta.
Las poesías jaspean el gris de las mañanas.
Las colman de ardor.
De verdes recién brotados,
de azafranados cuyos chispazos arroja la tarde desde las ventanas,
de añiles que reposan sobre los hombros.
Color que salpica los días dándole sentido a todo.
Canet