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lunes, 15 de junio de 2015

Passage du silence.

Ignoro para qué 
ni por qué escribo,
-¿qué me seduce desde la raíz de la poesía?-
Un par de vocablos flotando en la tarde,
un aullido o un susurro me transportan
al silente terreno de mi versar.
El teclado retumba afanoso de percepciones
que puedan retener ese instante,
aunque pocas veces entra algo de luz.
En ocasiones,
con apocamiento, entre una neblina,
surge el interrogante
que enciende la noche y me desvela.
No puedo sobrevivir sin la palabra,
y morir en su misterioso silencio.

Canet.

Sin título 61.


Como perverso castigo 

alivio mi piel 
cosida a las señales surrealistas
de los esquemas. 

Estoy anclado a un hostil
itinerario de cielos, 
de máscaras, 
de versos: 
equilibrista beodo
por la eterna cuerda
que agarro cuando tropiezo 
y desato cuando me vació, 
con la fatalidad de no alcanzar 
y el deseo de hallarte. 

¿No existe otro cielo 
donde la evidencia 
no sea eterna incógnita 
y los sonidos no lastimen mi triste figura? 

Espíritus acróbatas
mitigando heridas, 
que caminan por eternas cuerdas 
en laberintos infinitos. 

Canet.

A ningún lugar.

Un silencio avinagrado, 
esquivo en esencia 
e impulsivo en espacios desanima la tarde.
La tarde que se despista, 
que se esfuma entre las enflaquecidas manos del tiempo. 
Una incongruencia de silencio ,
de lejana mirada, 
aprisionando intervalos, 
lapsos e instantes. 
Y al tiempo sólo se lamentan los tañidos silenciosos.
Campanas declarantes de la urgencia por llegar...
a ningún lugar.

Canet.

Sin título 60.


En el patio 

los chicos pelean o marcan goles, 
las chicas quieren ser mayores o juegan a rayuela.
Canet camina junto a Perrault 
evitando balonazos y cantos de sirenitas.

Tiene kilos de aislamientos
rebosándole los bolsillos.
Nadie puede contra él, 
ni siquiera las piedras lanzadas 
o los navajazos nunca dados.

Penetran en clase los aullidos simples,
huelen a estornudos y a miseria.
En ocasiones, Canet
casi no aguanta
las ganas de llorar océanos
y observa los rostros desmejorados esforzándose
en acordarse de las tildes en palabras agudas.

Continúa Perrault ,
todo el día susurrando en el oído de Canet.

Él cree
que otra vida es viable
al lado de este lugar plomizo e inmundo.

Y transcurre el otoño escalonado 
como una lectura poética.

Canet.

Sola.


Una día más mueve
la cuchara en el café triste.
Cinco dedos danzan en la barra de la cafetería
un cascanueces a media luz, distraída. 
Está sola, 
marchita,
sentada entre gente extraña
que la observa sin advertirla.
Una alianza dorada y deteriorada por el tiempo
es el único indicio de luz que mantiene.

Hubo un tiempo en que la pasión 
le explotó entre los dedos.
Y abandonó la ilusión en las profundidades
de un corazón mortal.

No existen adversidades que no haya conocido.
No hay ofensa que desconozca.
Tal vez por eso 
conoce el lenguaje del amor.
Y es por eso que siempre 
estará esperándolo. 

Canet.

viernes, 12 de junio de 2015

Pueda creer...

Que no nazca nunca en mis vísceras 
esa tranquilidad figurada 
llamada incredulidad. 
Pueda escapar yo del sabor desagradable
de la doblez, 
de la caterva de hombros encogidos. 
Pueda creer yo siempre en este mundo, 
pueda creer yo siempre en el millar de infinitas probabilidades. 
Convertir los cantos de sirenas en dulces 
y auténticas sinfonías, 
conserve mi esencia por siempre 
del niño ingenuo que fui y soy.
Que pueda llorar aun por sueños inalcanzables, 

por cosas que no entiendo ni entenderé, 
por aquellas ilusiones infantiles hoy hechas pedazos.
Pueda esconderme yo del realismo comprimido.
Guardar en mis labios las melodías, 

todas las posibles, 
ensordecedoras y de enredada sonoridad.

Por si un día de estos llegan temporadas de reserva.

Canet.

jueves, 11 de junio de 2015

Dolorida.


Dolorida. 
Casi desgastada su corteza,
la mirada cansada, 
sombría y turbia
parece incuestionable su dolor.
Los abriles de momentos infectados,
adulterando sueños 
y arropándose en diciembre,
no calmaban la congoja y la desconfianza
que ella remolcaba a cuestas.
Ni siquiera le agradaba ya su boca
que antaño fue incendio
estimulando misterios.
Nunca más, 
ya no regresará
a la misericordia, 
jamás aclarará más ebrias lágrimas
de cocodrilo cobarde.
Y si ha de observar hacia algún lugar
lo hará hacia el polo norte, 
donde las noches duran medio calendario. 
Del resto, 
nada querrá saber. 

Canet.


Photography by Brooke Shaden 

Sin ti.

La piel 
sin tu sudor, yace
abreviando la mañana pronosticada;
mas a esta hora aterrada, pregunta
si la ausencia de tu mirada se prolongará.
Mi carne,
sin tu boca, impaciente,
pernocta arrinconada,
fantaseando con tus flamas Rojas
incendiarias como hogueras arrebatadas.

La tarde
de pincel sin tu geografía carnal
a una estepa yerma se parece,
que aguarda ansiosa el temporal...

Mi esencia sin ti languidece.

Canet.

Miedo a este mundo.


Me quito la vida con cada verso escrito, las poesías son sogas que sucumben en este mundo.
Sí, le tengo un miedo atroz a vuestro mundo 
¡al de los vivos!
También temo a los suicidas 
que se refugian en la fuerza de sus travesaños,
¡miedo a imitar su insensatez!
El guadañero también me asusta.
Y los autoritarios y sus redes.
Tengo miedo a las pasiones troqueladas de los vivos,
a la intrusión en las arterias coronarias.
¡Me asusta el mundo de los hombres!
Yo no pertenezco a este mundo androide -zombi,
que aun quitándome la vida con cada verso, 
pensará que es puro placer, 
que me asusta mentir para mitigar su dolor.
¡Tengo miedo a este mundo!,
a las divisorias levantadas por los vivos.
Que cada mañana despierto como hombre 
para luchar contra los vencedores,
contra las bestias autodestructoras de su existencia,
me dan miedo los que se ahorcan 
o se lanzan desde las alturas.
Que la lógica no otorga verdad alguna,
que los sabios conviven con la interrogación.
Me asusta la insensibilidad,
el uso de la categoría del hombre
que sólo uno se concede. 

Aunque al pensar en ti mis temores
se evaporan
y me siento el más vivo de entre los hombres.

Canet.

miércoles, 10 de junio de 2015

Escribo...


Escribo para alumbrar nacimientos vulgares, 
para cebar y quitarme el apetito, 
desalientos. 
Escribo para repartir imágenes y algunos desgarrones, para acariciar tu ausencia, 
quebrar errores y soñar con otoños pluviosos. 
Escribo para la página de mis flaquezas, 
el tedio de mi persona y el abuso de locura, 
escribo para dejar estelas 
en las calles de asfalto adormecedor. 

Abrir los ojos en verano, 

miradas cogidas de la mano, 
frágiles cuerpos en el sofá. 
Solo Tú. 
Un nacimiento más, manos entrelazadas, 
ceñidos de luz.
Fragancias de nitidez.


Mi versos afloran con cada caricia.

Canet.

Ingenuo.


Echo de menos ser ingenuo. 
Sólo siendo ingenuo 
el planeta que piso sería insólito: 
el doliente sol iluminaría las miradas 
y el miedo de los hombres se desvanecería, 
pues la inocencia no observa y nunca interpreta.
Sin embargo presta atención 
a los versos apasionados de cualquier invierno.

Echo de menos ser ingenuo. 
No sabría de banderas ni de fronteras, 
de si los recorridos 
delinearían mapas interminables
o si todos los aviones 
acabarían siendo trenes nostálgicos. 
Cuando se es inocente,
las aves oscuras acarician 
todas las estrellas nocturnas. 

Canet.

martes, 9 de junio de 2015

Guarecidos.



Entre las ingles
conservo 
un torrente de crema
acrisolada,
alquimia para 
la envenenada alma del poeta.

Altérame el versar
y transforma la tortura
de mis vísceras
en plata horneada 
de luna lechosa.

Que llevo espuma borboteante 
que se desliza
por el árbol perpendicular
del glande.

Absórbeme,
inhálame
vuelve a succionarme,
resuéllame,
sofócame
y déjame hacerte jadeo
con mi lengua condimentada
comprimida en la periferia 
de tu vulva.

Que son mis fluidos cálidos
los que se emborrachan 
con tus aguas
en una brizna
que nos anuda 
como hilo vegetal…
y nos guarece.

Se esparce el elixir,
sobre nuestros sexos.
Titiritan nuestras bocas
en ajuste celestial. 

Canet.

lunes, 8 de junio de 2015

En la orilla de siempre.

En la orilla de siempre.
En la estrecha calle donde descansa el apátrida
y las aves colocan su ingenuidad de captura.
En la lengua eterna
por la que el cemento transcurre sin mirar hacia atrás,
obstinado,
abastecido en el pretexto de su trayecto.

Allí habito yo.


Allí sufro sin lamentos al carroñero de la incertidumbre
en su ansia por hincarme los dientes en el pecho
-yo,
que tan solo creí que la felicidad
era cosa del cine-

Sin corbatas ni zapatos,
acicalado con ropa apagada,
acudo impávido a la procesión de las modas
que,
al establecerse, tapizan el aire de ceniza.

Entre arbustos y alquitrán,
cordilleras de amor y arroyos de locura
- las dos avenidas de mi fertilidad -.
Al norte de la tormenta
y al sur del olvido.

Canet.

Una mañana más...

Una mañana más regreso
para encallar tu persona entre mis letras,
cerca del cielo,
para beberme la lluvia
que esconde aves
entre sus gotas.

Tal vez por eso los jueves soy nube negra,
el resto de la semana
un fragmento de sucesos urbanos.
Un hombre
que friega,
que pinta a una mujer con paraguas,
que intenta cocinar con un libro en la mano,
que vaga por una casa solitaria y espera...
mientras
trenzo versos alados,
que derriten la frialdad
y que a veces
consuman con latidos de luz
las condiciones de la noche.

Canet.
.

Cicatrices.

Ya no me quedan febreros
con su opacidad plomiza,
tampoco brutales agostos, 
ni finales de octubres azafranados.

Tumbado sobre una primavera regalada
hablo conmigo mismo,
cerca de un parque de plástico
de aroma ilícito.
Un perfume a heridas me acaricia la nariz,
y no me importa.
Pocas cosas me son ajenas.
Tal vez las cicatrices del mundo
también sean las mías.

Canet.

viernes, 5 de junio de 2015

Hagámonos uno.


Hay en el cielo negro
del dolor, fotografías y algunos nombres, 
sujetos,
y tras ellos, sus mil sombras
en confines por siempre alejados.

En la calle, 
las aves reinan
en los bordes de las elevadas tejas, y
una lágrima de resina negra cuelga
de un pómulo curvo
hasta rodar sobre el asfalto.

La luz del cielo cabe
entre las púas de las pestañas.

Hoy estoy más callado que nunca.
El huracán me robo la voz,
y en la carretera del tiempo 
aparco la bicicleta
como quien ruega extenuado
misericordia para el que se esconde a llorar.

La piara ha empezado
a oficiar su coronamiento,
y yo me pongo a pensar
en la suavidad de tu piel.

Abrázame, hasta hacerme daño...
los dos, 
que convivimos desde siempre
en las orillas imprecisas
del amor y de la vida
del paraíso y del averno.

Abrázame y hagámonos uno,
los dos, 
que ya fuimos otros
y seremos más,
bajo este firmamento que hoy luce oscuro,
de formas delicadamente distintas,
viajeros del mismo amor
de idéntico sueño de vivos colores,
con nuestro fardo cargado
de ayeres.

Cierra la puerta,
y salgamos de aquí, ahora mismo,
antes de que alguien nos asedie
y nos imponga a vivir una vida
en la que buscarnos.

La memoria de los ojos
y las heridas que se abren en la tarde,
nada es tan importante 
para el caprichoso instante
como quitarle consideración 
a las cosas sin importancia.

Canet.

miércoles, 3 de junio de 2015

Culpabilidad de niñez tránsfuga.

Puse en mi currículum que era decorador de interiores
cuando me hice limpiador de casas. 
En una entrevista de trabajo 
aseguré 
que leía prensa internacional 
cuando me iba a la cama y jamás
con novelas francesas.

De niño acicalé la realidad
para despistar.
Y disfrazaba mis excentridades
a los adultos.

Ahora pinto y escribo nubes
para que sepan que trabajo en las alturas.
Y añado en los datos biográficos:
que soy albañil y vagabundo
para que no me confundan
con un bardo o algo despreciable.

Si, pienso solo a final de mes.
Si, solo sonrió los días lluviosos.
Si, soy invisible de lunes a viernes.
Si, me aburro cuando ella no está.
Todo sería tan predecible
como mis aullidos
en los días funestos.

Desde la A a la Z.
Desde el "Once upon a time"
hasta el "The End"
he transitado por la vida escapando de algo.

Soy el bohemio,
el africano, el gitano, el sudamericano,
el desarraigado material,
el sin papeles,
el cuervo albino,
el que vino al mundo sin ser preguntado,
el que siempre está en fuera de juego.

Culpabilidad de niñez tránsfuga.

Canet.

martes, 2 de junio de 2015

Sin título 59


Todas las líneas escritas
y cada verso 
que vomite durante esta jornada
tal vez lleguen con cierta demora.

Cuando todas las aceras desiertas
me recitan para ti,
cuando traspaso
todas las manillas de los relojes,
compongo desde las sombras
 de tu distancia, 
escribo
a un banco abandonado
y a tu vacío lugar de al lado. 

Regresar al hogar 
cuando aún el crepúsculo
descansa en las ventanas
y atiborra de luz a las pestañas
en ese preciso momento 
que antecede a la soledad.

Ser un felino entre la confusión,
o bicicleta que transita por desnudo asfalto.
Ser la imagen todavía pintada, en un lienzo,
la incomunicación obstinada
pero establecida.

Salir al patio cuando es tarde
ahorcar el sol en el tendedero,
rectificar la luz de las ventanas;
ser hoja que tiemble, 
limpiar los pinceles
y entregarse al mecimiento
del pintor huérfano de etiquetas 
...y esperarte. 

Canet

Un mundo de mentira.


Constantemente he tratado de anexar
la ficción con la racionalidad y ahora
descubro que existen unos fantasmas
que me muestran el itinerario
hacia el lugar y el tiempo
donde todo es irreparablemente 
un maldito fraude.

Maldito fraude, 
como la comida envasada a las dos de la tarde
o tu mirada, desde aquellas lejanas ventanas,
que prologan el día sin ti.

Maldita farsa, las caricias de neón,
el follar de Dionisio,
el que proclama locura y éxtasis
desde su indumentaria de hilo dorado
y plataforma de alabastro.

Maldito engaño es el reposo del camposanto 
de sepulcro alquilado,
el agasajo por correo electrónico 
de aduladores profesionales,
o esa luna disuelta y mugrienta
que tirita reflejada en el agua. 

A dios gracias 
que hoy he salido a la calle
ante un mundo de mentira
y el firme presentimiento
de un inmediato diluvio. 

Canet